Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería
tener alas.
es momento de volver, lentamente a la escritura
de todos los días.
como práctica, como supervivencia,
como oscuridad maldita que me encanta
como orden de emocionalidades.
cómo cordura inventada,
cómo capsula en el tiempo, cómo fotografía
brutal e irreconocible en sus olores.
vuelco en este espacio mi carne ardiente
pocas veces en calma
vuelco en este espacio los dolores
que aún no sé por qué existen
vuelco una vez más la amenaza que me habita
el miedo que me devora
la ansiedad que me borra la memoria
la alquimia del candelabro.
abrupto renacer
abrupto volver a reconocerse en otro cuero, en
otro estado y en otro tiempo.
digo en otro tiempo porque aún
espejo la tristeza de otro tiempo que en mis
adentros de pedregullo levantan en polvo.
y me hace toser
y me hace salir sangre
y me hace perder la orientación
y me hace llorar porque mi elemento, polvoriento
desconocido no me sostiene
y me hace llorar porque no veo a mis amigas y no
puedo avisarles que necesito que me salven
y
oir crujir arboles;
parecen niñxs,
sangran lloran se asustan
y escriben historias.
especimenes raros
me gotean por el tubo de mi garganta,
hasta caer en la red astuta y verde.
especies alargadas y escurridizas
me caminan por la sien, hacen
cortocircuito
me babean hasta los hombros.
los crueles insectos que acabo de conocer
me pican hasta el hueso y allí se construyen una casa,
no me dejan
destensar.
me duele y vomito.
en el lomo colibríes
me cohiben con su energía
y su alegría para que florezca.